domingo, 12 de octubre de 2008

QUEJIGOS, ENCINAS Y COSCOJAS

QUEJIGOS Y ENCINAS EN VALDEPEÑAS

Quiero presentaros una galería de los principales quejigos y encinas que hay en Valdepeñas de Jaén. A pesar de la devastación que se produjo en los siglos anteriores aún quedan algunos ejemplares magníficos. Os presento a la vez un largo trabajo mío publicado en el libro Historia de Valdepeñas. Sobre la marcha iré haciendo un breve comentario a las muchas fotografías, que ya tengo hechas. Espero que os gusten.

ENCINAS, QUEJIGOS Y COSCOJAS
Aspectos muy interesantes sobre las encinas y quejigos en la vida del pueblo en los primeros años de la fundación.
El hombre no es sólo naturaleza, es también historia, como decía Dilthey. La historia inmediata lo configura. El paisaje que nos rodea, con su sol, sus casas, sus montañas y valles inciden de tal suerte en nosotros, que configuran nuestro ser y nuestra existencia hasta el extremo de que mucho de lo que somos es una consecuencia de nuestra instalación en el presente y en entorno que nos ha rodeado. El espacio, el tiempo, el paisaje, la alimentación, la vecindad nos rodean y envuelven. El hombre de las amplias llanuras, decía Unamuno, está modelado por el tiempo de una manera distinta al de la montaña.

Me he preguntado muchas veces sobre la estructura de nuestras sierras. Cuál era su arboleda, la configuración de sus caminos y veredas.
Sin lugar a dudas, Valdepeñas, como toda geografía mediterránea tuvo la misma arboleda.
Abundan en los diversos lugares: Sauces, espinos o majoletos, arces, cerezos amarguillos, madroños, durillos, álamos negros y blancos, gigantescos nogales, las sabinas punzantes, enebros con sus bayas negruzcas, sauces de flores blancas, mimbres pegajosas, fresnos verdes, tejos, bojs diminutos, humildes higueras, morales etc.

Pero lo que definió el paisaje de Valdepeñas fue la familia de los Quercus. En concreto el Quejigo, la encina y la coscoja.
De ellos quiero hablaros.

Tuve la suerte de encontrarme con una escritura de principios del siglo 17, que nos da una idea bastante correcta del paisaje y ambiente de nuestra sierra en aquellos tiempos lejanos.
Valdepeñas en este momento era un mar de quejigos y encinas. Un paisaje verde-blanco y pajizo, que se confundía con los pedregales.
El paisaje, no obstante, en este momento, estaba ya bastante deteriorado, ya que por él habían pasado los iberos, los romanos, visigodos y los árabes y todos se habían llevado algo del monte.
Antes de la fundación del pueblo, la ciudad de Jaén, a pesar de sus normas restrictivas, había deteriorado el paisaje, con las frecuentes sacas de carbón y la entrada indiscriminada de animales.
No obstante el paisaje se conservaba relativamente intacto hasta principio de siglo XVII. En el documento referido D. Bernardo de Ortega y Gámiz compra en varias ocasiones toda la zona correspondiente a lo que hoy llamamos Navalayegua, Valdearazo, las Lomas, el Tercero y Carboneros.
En esta escritura me sorprende que estén detalladamente contados todos los quejigos y encinas de cada una de las partes.

La compra de estas tierras tiene un gran interés ecológico, al describirnos, cual era la situación de estas tierras, con una serie de detalles, que nos ayudan a descubrir la situación, en que se encontraban en esos momentos de la fundación de Valdepeñas.

Es impresionante el número de quejigos y encinas que aparecen en las escrituras. Estos dos árboles tenían un gran valor, en aquellos momentos para la cría de los cerdos.

El valor de la tierra estaba en función del número de árboles y bellotas.

Estas tierras estaban clasificadas como realengas y a ellas tenían acceso todos los pobladores de la ciudad de Jaén y de Valdepeñas.

Por este motivo hubo una oposición muy radical por parte de los vecinos y de la ciudad de Jaén a la venta de estas tierras.

Conocemos las interesantes escrituras de venta, al deber aportarlas D. Bernardo en el juicio que tuvo con el beneficiado de la parroquia D. Joan de Medina, que le acusaba de haber vendido indebidamente la bellota de Navalayegua, pero este se negó, aduciendo que las tierras eran suyas, ya que las había comprado.

Ante su negativa, Don Joan de Medina lo denunció al Juez eclesiástico, que era el competente, ya que D. Bernardo era clérigo de órdenes menores.

Ante la documentación aportada por D. Bernardo, el entonces Provisor D. Diego de Cuellar Belázquez, lo absolvió de las acusaciones del clérigo en sentencia de fecha 16 de enero de 1655, esto es, a los dos años de tomar posesión de las tierras.

Intento daros un resumen de las etapas más importantes de la venta y compra de estas fincas, ya que nos ayudan a comprender la situación y estado de nuestra sierra en aquellos momentos, rememorando muchos de los nombres actualmente existentes y recordándonos otros, que se han perdido. Casi en la misma época son vendidas otras fincas de la zona, a la que nos estamos refiriendo. De ello quiero que quede una breve constancia.


En la venta de las tierras interviene Don Antonio Terrones Robles, que era regidor en la ciudad de Andujar.[1]

Las fincas se fueron vendiendo de una manera escalonada.

a. Primera Compra

La realizó en Madrid ante el notario Don Luis de Gudiel y Peralta, por escritura de fecha siete de enero de 1640. Compró sólo 82 fanegas en la Solana de Pitillos y los llamados Corralones de la Fuente de la Calabaza, linderos con tierras de Felipe de Arceo y Dña. Baltasara Malo de Molina, dando por el poniente al quejigal del Moralejo, por el medio día hasta llegar al río y por levante el río abajo hasta llegar al Toril del Higueral y tierras de Felipe de Arceo, que habían sido heredadas de su padre D. Agustín de Arceo. Las tierras de Arceo correspondían, según parece, a lo que hoy llamamos el Parrizoso.
La finca le costó 270.150 maravedíes y tenía 1.100 quejigos y 690 encinas.

2. Segunda compra

A los pocos meses, el día 17 de mayo, ante el mismo notario, volvió a comprar 767 fanegas en la Solana de los Prados y en la Fuente de la Calabaza, lindando por el norte con tierras de Dña. Baltasara Malo de Molina y por el poniente con tierras de Pedro González de la Cruz y por levante hasta llegar al Toril del Higueral.
La compra la hizo por 229.704 maravedíes.
Esta parte tenía 7.150 encinas y 2.400 quejigos.

3. Tercera compra

El día dos de diciembre del año 1641 compró 304 fanegas, por 118. 728 maravedíes. Tenía 1.170 encinas y quejigos.[2]


4. Cuarta compra

El día 3 de marzo de 1642, ante el mismo Notario, compró 1.944 fanegas, que tenían 17. 990 encinas y quejigos, por 870.078 mrs.[3]


5. Quinta compra

Fue hecha por El Lcdo. Joan de Medina, beneficiado de la Parroquia de Valdepeñas e hijo del escribano público de Valdepeñas Joan de Medina. Compró 7. 922 encinas y quejigos, por el precio 207.090 maravdíes en dos lugares distintos. [4]


6. Sexta compra hecha por Martín de Contreras.

El día tres de Agosto de 1641 compró dieciocho fanegas, con 2.340 árboles, en dos sitios distintos, por 804.660 mrs. [5] vecinos.
El clima fresco de Valdepeñas curaba de una manera natural jamones de estos lechones cebados, que eran las delicias de los niños y de los mayores.

Por estos motivos el quejigo y la encina han formado una parte muy sustancial de nuestro paisaje, de nuestra cultura y de nuestras costumbres. Sin encinas, no había matanza y sin matanza el hambre hubiera recorrido como un esqueleto desnudo las sierras de Valdepeñas.
La manteca, como sustituto del aceite, aderezaba muchos guisos. Con el tocino se preparaban los crujientes torreznos, que acompañaban a los peones en todos los tajos.
Los pobres vendían los jamones para comprar los lechones para la matanza del año siguiente.

El paisaje poco a poco se fue degradando. Aquel mundo medieval necesitaba para calentarse y cocinar el carbón. Miles de encinas fueron poco a poco sacrificadas, aunque no pudimos ver sus lágrimas.

Durante tres siglos, en lo que hoy llamamos sierra sur, haciendo miles de boliches para hacer el carbón, muchos gallegos se dedicaban a ello.
Cientos de burros guiados por los arrieros iban a Jaén y Granada a vender las sacas de carbón
Gracias a las bellotas se criaban en Valdepeñas miles de cerdos, enjutos y sin grasa de tanto caminar por el campo en busca de las bellotas. Sus jamones, que eran de cerdos de pata negra, los únicos que entones existían, tenían fama, junto con las nueces, en todos los contornos de la zona. El oficio de porquero era muy corriente.

Todas las familias del pueblo mataban tres o cuatro marranos al año. Los gorrinos que había en Valdepeñas, de la raza original hispana, tenían unos exquisitos jamones, ya que todos los días del año salían al campo acompañados de sus porquerizos. Los porqueros pasaban todos los días por las calles del pueblo y recogían los cerdos, que al terminar la jornada volvían, sin el menor titubeo, a su respectiva casa, en busca de un suplemento de maíz o cebada.

[1] Tiene escrita una obra titulada Vida, Martirio y Traslación y Milagros de San Eufrasio, Obispo y patrono de Andujar, , con un subtítulo, Origen, antigüedad, y excelencias de la ciudad, privilegios de que goza y varones insignes en santidad, letras y armas que á tenido, publicada en 1657. Esta obra ha sido editada en Facsímil por la Diputación Provincial de Jaén, el año 1996.
[2] Esta cuarta compra está ubicada en el río de los Rasillos, con las tierras de Joan de Medina y Pedro Rosales de Medina y subiendo la umbría arriba hasta llegar a una encina que está en la loma señalada con dos cruces y desde aquí a una lomilla que está en la Peña de la moneda y desde allí bajando hasta la Loma de los Rasillos, que ojea a Baldearazo y desde allí hasta bajar al Barranco del Moralejo y Quiebracántaros, bajando a un horcajuelo, que está en el dicho Barranco y que baja del agua de los siete dornajos.
[3] Esta parte está situada en el Portillo que dicen Lomas del cuello del Buitre, Peña Almoneda, Baldearazo y Solana del Moralejo. Por la parte norte linda con tierras del mismo D.Bernardo hasta volver al arroyo que baja de Navalahiguera y tierras de Joan de Medina y la calada arriba hasta el Portillo de Quiebrantacántaros, subiendo a medio pecho hasta dar al peñón de la vertiente de Tejuelo y de las Lomas y desde allí a las tierras de Joan de Medina y Martín de Contreras hasta llegar al Barranco de Carboneros. Y por la parte del mediodía el dicho arroyo abajo, por la Peña de los Cuervos, y la vertiente hacia delante por el Cuello de Buitre hasta llegar al término del Campillo y de allí por el río Valdearazo hasta las tierras de Pedro González de Medina
[4] Esta parte está situada en Navalayegua baja, linda por el norte con la vertiente de los portolanes, y tierras realengas y por la del poniente con el puerto del Santo Almoadén y por el medio día con el Barranco de quiebratacántaros abajo hasta llegar a Jamilena y el Moralejo y tierras de Pedro González de la Cruz, el mozo, hasta lo alto del cerro de la Calabaza.
[5] La primera finca está situada en Carboneros y la otra en la solana de Valdeinfiernos. La primera comeinza en el llano de las Carboneras y por el poniente con tierras de Francisco Medina y por la vereda real y camino de Noalejo y la de Valdeinfiernos linda con la vereda y camino real y por el medio día con el arroyo debajo de las Carboneras y tierras de Don Clemente Ortiz y Franciscode Medina hasta llegar a una lomilla donde hay un mojón y por el norte vuelve la cimbra que viene a la Cueva de los Cazadores, linde con tierras de Francisco de Medina, Juan Montes y Francisco Serrano

7. Séptima compra hecha por Joan de Medina y Martín de Contreras.

El día 17 de diciembre de 1650 fue otorgada nueva escritura de la finca que con anterioridad habían comprado él y Pedro Martín Serrano, vecino de Alcalá a Luis Gudiel y Peralta.
La Nueva escritura fue hecha en Jaén ante Joan de Medina Santiago. Pedro Martín estaba casado con Lucía de Santisteban, heredera y hermana de María de Molina, que fue mujer de Martín de Contreras.
Con anterioridad el dicho Martín de Contreras había comprado, en escritura otorgada ante Luis Gudiel 3.161 fanefas de tierra , con 30. 209 árboles, que importaron quinientos setenta mil trescientos sesenta y cuatro.

8. Octava compra.

La Fresnadilla había sido comprada por Dña. Catalina de Figueroa y Baldés, residente en la villa de Madrid. A la muerte de esta, la finca la compró D, Juan de España y Figueroa, después de un largo pleito en el que intervino la Chancillería de Granada.

9. Novena compra

De la misma época conocemos una escritura de venta, hecha por el mismo D. Luis de Gaudiel a Don Francisco de Vera y Aguilera. La finca que compra está ubicada en Valdefrancos y tiene:
4.500 encinas, que se venden 2.000 a dos reales y las otras a un real y cuartillo.
200 chaparros a medio real.
930 quejigos a un real y cuartillo.
379 fanegas de tierra, 40 de ellas de buena tierra, 65 reales la fanega;
20 fanegas de tierra por romper a 40 reales la fanega.
El resto de tierra mala y pedregosa a dos reales.
Monta en total la operación 478.371 maravedíes a pagar en cuatro años
Las otras tierras debieron venderse por la misma época.

El Rey firma las escrituras en San Lorenzo del Escorial el dos de noviembre de mil siescientos cincuenta y tres (1653).

Tumulto en el pueblo.
En el pueblo, por la venta de todas estas tierras se produjo un gran tumulto, ya que todas estas tierras eran realengas y todas ellas servían de pasto común a los habitantes del pueblo
Una vez que D. Bernardo tuvo las escrituras reales en sus manos, pidió a D. Antonio Terrones que se le diera pública posesión de dichas tierras y que se pregonase y hiciese pública dicha compra.

Envió la solicitada petición al alcalde y presentó con ella las escrituras, rogando que se levantara la siguiente acta: En la villa de Valdepeñas en diecisiete días del mes de diciembre de mil seiscientos cincuenta y tres ante su merced Joan de Cabrera, alcalde ordinario desta villa, compareció el Lcdo. Don Bernardo Ortega y Gámiz y presentó en pribilegio de su Majestad, su data en San Lorenzo..y pidió se guarde, cumpla y ejecute como su majestad lo manda..y visto por el alcalde el dicho pribilegio lo tomó en sus manos, lo bessó y pusso sobre la caveza y obedeció con el respeto devido comoo carta y pribilegio de su rey.
Firman Joan de Cabrera y el escribano de Valdepeñas D. Joan Muñoz de Molina.

Toma de posesión de la finca.
La toma de posesión tuvo lugar en la Cañada de la Horca el día 17 de mes de diciembre de 1653, en presencia del escribano, de varios testigos y del alguacil Mayor Don Francisco de Medina.
Leídas las escrituras, el Alguacil, assió por la mano al dicho D. Bernardo de Ortega y Gámiz y lo entró dentro de la dicha tierra del sitio de la Cañada de la Horca y el dicho D. Bernardo se passeó por la tierra del dicho sitio, juntó piedras y cortó ramas de quejigos y encinas, hizo otros actos a continuación de la posesión que antes tenía y pidió se le dé el dicho amparo de la dicha posesión, assí de las tierras y árboles del dicho sitio de la Cañada de la Horca como de los demás sitios de terreno comprendidos y declarados en le dicho privilegio, debajo de los linderos y límites y nombres en el dicho sitio referidos, sin que entre ellos aya arbol, fruto hecho, ni infructuoso ni cantidad de tierra fructífera ni infructífera, rota ni por romper, debajo de los dichos linderos que no toque al dicho Don Bernardo.

El alguacil mayor dijo que le daba y dio el amparo solicitado, siendo testigos Pedro de Lara y Pedro Belmonte, firmando Francisco de Medina y el escribano Joan Muñoz de Molina, escribano público y de millones y ventas reales.

En estas ventas aparecen en las escrituras 66.070 quejigos y encinas.

Un mar de quejigos y encinas plateadas, que se movían al compás del fresco aire, que sopla del norte.

En este maravilloso paisaje, los quejigos y las encinas son los reyes del paisaje. Aún quedan algunos quejigos y encinas centenarias y milenarias. En la Cañadilla del agua hay tres ejemplares maravillosos y una encina. El más grande calculo que tendrán más de mil años; éste tiene de basamento 16, 80 y en el centro del tronco 6, 80 metros. Ha sido declarado monumento, con el nombre del carbón, cuando en realidad se llamaba por los entendidos el quijigo de la cañahilla del agua. El otro quejido tiene su nombre propio, el quejigo del amo, con sus brazos de gigante, cubre una extensión de más de 40 metros, ya que el dueño de la finca no permitió que lo podaran. Son las joyas de la sierra. Si lo hubiera visto Don Quijote, posiblemente hubiera arremetido contra él, creyendo que era un inmenso gigante. En la fuente de la Calabaza baja hay otros tres ejemplares centenarios y voluminosos. Hay otros dos ejemplares muy cerca de Covaterriza; uno de ellos tiene casi el mismo volumen que el de al Cañahilla de agua, ya que su tronco mide 6, 20 metros.. Su tronco es inmenso y tiene tres brazos, que parten del eje central, que le dan un carácter robusto y majestuoso. Aún quedan otros muchos, Icona, con gran acierto, en lugar de plantar pinos, ha alambrado una zona de Navalayegua la alta, y está intentando regenerar el monte de quejigos y encinas, que estaban atoconados por las cabras. En Covaterriza y en el Cortijo de Navalayegua, pudimos contemplar las dos encinas más grandes de la zona, una de ellas en el corralón de Navalayegua, aunque no superan a la de Colomera. Son centenarias y dos monumentos de la naturaleza, más viejos que la Jiralda de Sevilla, que tanta fama tiene.
Hay otros lugares del pueblo, donde existen quejigos y encinas centenarias: La Colmenilla, el Hoyo, la Umbría del Rayo, Navasequilla ect.La encina de la Beata es posible que sea la más grande y antigua de Valdepeñas.
Estos árboles dan al paisaje un misterio. Tiene uno la impresión que son inmutables y eternos, perdidos en el inmenso horizonte. Nosotros pasamos, pero ellos están allí plantados años y años, mirando impasibles a las miles de generaciones, que pasaron junto a ellos.


DESCRIPCIÓN DE LA ENCINA Y EL QUEJIGO. UTILIDADES.

La Encina (Quercus Ilex L.) se cría en toda la zona del mediterráneo. La bellota contiene una gran cantidad de fécula, azúcares, taninos y grasas. Se usa como alimento para los animales, especialmente para los cerdos, cabras y ovejas. Su corteza es astringente. Con su cáscara y la del quejigo, se macerada el vino, y se prepara el vino de roble, que se usaba para lavar úlceras, sabañones, y otras lesiones etc. La bellota dulce se usaba contra la diarrea y contra el cólera.

La encina es el árbol más abundante en Valdepeñas. Hay encinas que producen bellotas amargas y dulces.

El quejigo (Quercus robur fanigera) es de la misma familia que la encina.
El diccionario de la Real Academia lo define de esta manera: Árbol de la familia de las Fagáceas, de unos 20 metros de altura, con tronco grueso y copa recogida, hojas grandes, duras, algo coriáceas, dentadas, lampiñas y verdes por haz, grasas y algo bellosas por el envés. Hay muchas variedades de quejigos. Es primo hermano del roble. Por la picadura de un insecto en sus hojas, se forman unas excrecencias de color marrón, llamados agallas, con las que los niños jugaban como si fueran bolas, en aquellos años de tanta pobreza. Los llamábamos gallerones.
Las materias tánicas de los quejigos se usaban para curtir las pieles, teñirlas y ahumar el pescado.
En las agallas del quejigo se encuentran los ácidos gálico y tánico, en cantidades que pueden equivaler al 30 %.
Antiguamente se usaba una cocción de la corteza para curar las hemorroides, llagas y úlceras por su carácter desinfectante..
Una onza de la misma corteza, desleída en un litro de vino tinto, se usaba para curar la disentería, que tantos estragos hizo en los niños en los siglos pasados.

La humilde coscoja (Quercus coccifera). Hoy en día esta planta no tiene importancia, ya que las hojas son tan punzantes y las bellotas tan amargas, que no se las comen ni los animales.

La coscoja tuvo una gran importancia en la antigüedad para la confección de tintes. Un insecto hemíptero, el coccus infectorius, con su picadura y deposición produce en sus hojas un grano del tamaño de un garbanzo rojo, que disuelto en agua hirviente da lugar a un hermoso color grana, carmesí, que ya conocía Plinio. Los árabes lo llamaban quermesí de donde proviene el nombre castellano de carmesí
Su bellota es muy amarga hasta el extremo de que no se lo comían los animales. Hoy se le tiene declarada la guerra.

Sus bellotas se tostaban en los años de escasez como sustituto del café.

No obstante el uso más importante del quejigo y la encina era como el alimento fundamental para los cerdos.
A Isabel II, en su venida a Jaén, le estuvieron riquísimos estos jamones.