sábado, 20 de diciembre de 2008

OLIVOS CENTENARIOS










OLIVOS CENTENARIOS DE LA FUNDACIÓN DE
VALDEPEÑAS.

La palabra aceite procede del árabe az-zait, en lugar de la palabra latina Oleo. Al fruto se le llama aceituna, del árabe zeituna, en lugar del latino oliva.
Los olivos estuvieron presentes en España desde la época romana, visigótica y árabe.
A los griegos les encantaba el pan regado con aceite, vino y miel.

Los vencedores, en los juegos olímpicos, eran coronados con ramos de olivo y los primitivos cristianos representaban la paz con una rama de olivo.

Con la conquista de España por Fernando III, se siguió cultivando este árbol.
Tuvo mucha importancia en todas las etapas de la sociedad..
Un autor de la generación del 98 escribía: No creo que ningún árbol supere al olivo en dadivosidad. Nos da el aceite para la luz, para alimento y medicina; herraje para el brasero; aceitunas para la mesa, leña para el hogar; la corteza y las hojas se pueden usar como medicamentos amargos y bermifrugos.

En Valdepeñas, no obstante, los cultivos que predominaron fueron el trigo y la viña. Desde la época de la fundación hemos encontrado dos referencias a la existencia de olivos en aquellos primeros años..
En los primeros tiempos debía haber poquísimos olivos hasta el extremo, que no aparece ninguna referencia a ellos hasta el siglo XVII en ninguno de los inventarios conservados, ni en las múltiples fundaciones, en las que aparecen reseñadas todas las fincas.
El aceite, al ser Valdepeñas deficiente en este cultivo, se traería de Martos y Fuensanta. Se usaba sobre todo la grasa de los cerdos, que era muy abundante en Valdepeñas en su sustitución.

En el año 1579 aparece un personaje llamado Juan Gómez como aceitero, cuyo alcance no llegamos a comprobar.
Las razones de esta carencia hay que explicarla, por la oposición que había a este cultivo por parte de los ganaderos, que se oponían por los problemas que le ocasionaba la guarda de los ganados.

1. Algunos datos sobre la existencia de olivos en Valdepeñas.

Sólo he encontrado una referencia explícita en el año 1.627.
Se trata de presbítero D. Juan de Arias y Aranda, que declara, a efectos del fisco, que posee, entre otras cosas, una pieza de tierra, plantada de biña y olibos, que es del dicho patrimonio, que serán dieciséis celemines de tierra, las dos partes plantadas de biñas y olibos, que ahora empiezan dichos alibos a dar frutos y la otra parte sin viña, puesta de olibos pequeños en el sitio de la Fuente del tesoro, termino de esta villa; los olibos que dan algún fruto son cincuenta y cinco y los más pequeños treinta y uno, no tienen censo ni otro gravamen.

No he podido averiguar, donde estaba esta fuente del tesoro. El tesoro encontrado debió ser tan importante, que dio nombre a la fuente.

En el año 1772 aparece otro documento muy interesante. Se trata de un olivar, que pertenece a Manuel Martos Castro. Éste lo incorpora a una Capellanía que funda el mismo año.

Es muy interesante conocer la valoración y producción de este olivar hecha por Manuel de Liébana y Gabriel Ramírez, fieles del campo, o peritos del pueblo.
Se trata de una aranzada de viñas y olivar, que tiene 31 alivas. Las olivas, por lo regular, producen cuatro celemines de aceituna. Un año con otro, que suman diez fanegas y quatro celemines de las que bajada una y medio celemín del diezmo, quedan en nueve fanegas tres celemines y medio, que sale a tres cuartos de arroba de aceite y son siete arrobas y algo más que no incluyen, y estas puestas a veinte y ocho reales cada una de seis, que quedan rebajada una de maquila, importan ciento sesenta y ocho reales y rebajado su costo, que es una obrada en siete reales, un peón de cabar los pies, tres reales, y veinte reales de coger y conducir la aceituna, cuyos costos importan treinta reales. Le queda líquido ciento treinta y ocho reales de renta anual sin esterilidad e importa mayor cinco mil quinientos y ochenta reales y no dan precio a la viña por ser la consideración sólo del olivar
.
Es interesante conocer que la producción media de un olivo era de cuatro celemines, a no ser que hubiere un largo periodo de esterilidad.
Los treinta y cinco olivos, según este módulo, producen, diez fanegas y cuatro celemines de aceitunas.
A la hacienda paga una fanega y celemín y medio, quedando nueve fanegas y dos celemines y medio.
Estas fanegas producen siete arrobas de aceite o algo más.
Descontando los gastos de maquila, una obrada a siete reales, tres reales de la cava de los olivos por un peón, y veinte reales de recoger y conducir la aceituna al molino, le quedan al dueño libres, ciento treinta y ocho reales de renta
El aceite se vende a ciento treinta y ocho reales la arroba.
Cada olivo tiene de ganancia casi cuatro reales..
¡Qué interesante conocer estos datos tan concretos.

En el año 1717-1718 se produjeron unas heladas tan fuertes, que se secaron muchos olivos en el pueblo.
D. Pedro de Castro Cortés en el 17 de septiembre de 1781 funda una capellanía, a la que agrega un olivar en las viñas del Pontón y dos fanegas y medio celemín de viñas y olivar.
Además la capellanía tiene una fanega y cuatro celemines de viña y olivar en el Prado de la Beata, que se tasa en 18.000 reales y otra viña y un olivar de Catalina González.
Como dijimos anteriormente se mezclan los olivos y las viñas, ya que las tierras destinadas a los cereales son muy necesarias para el trigo.
En el 27 de mayo de 1.802 D. Juan de Arias Espinosa, presbítero y administrador de los bienes de la parroquia, solicita la venta de un olivar perteneciente a la fábrica, sito en la arquilla del agua. La razón por la que solicita la venta a la Curia es su esterilidad, esto es, la escasa producción.
El olivar linda con otro de Francisco Javier de Quesada y con el norte con otro de Pedro de Quesada.
El perito Antonio de Extremera afirma: porque está en varaje e no poder adelantar más que en el que lo tiene, y se experimenta, y se está experimentando en este término mucha ruina en todas las posesiones de esta especie a causa de los repetidos yelos, que estas han causado muy mal efecto y an dejado mucha porción de olivas secas del todo, cuya ruina se conoce en dos años a esta parte.

De este peritaje se deduce que en este momento, esto es, en 1802, ya hay sembrados más olivares, pues la finca linda con otros dos olivares
Otra de las razones de la esterilidad era que con mucha frecuencia los olivos se helaban y terminaban por secarse. Hecho que periódicamente se repite en Valdepeñas.
Otro de los pocos datos que conocemos se refiere a los bienes pertenecientes a una ermita de la aldea.
El olivar, contiguo a la ermita de San Bartolomé, con muy pocas plantas, dada la escrupulosidad con que son llevadas las cuentas, nos aporta muchos datos interesantes para conocer la producción y el valor del aceite en ese momento.

Quiero hacer constar que la producción media es de tres arrobas, subiendo algún año a 15 arrobas, desproporción, que se puede explicar, o por tratarse de olivos jóvenes o por haberles echado estiércol en los años siguientes. No sabemos el número de plantas que existen.

Es curiosa una cierta estabilidad en los precios. Hay un aumento muy significativo de 1.807 a 1.815, lo cual es explicable por la guerra de la independencia y las turbulencias políticas que siguieron a estos eventos.
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Años precios arrobas valor
1776 40 2-2 100
1777 36 3 108
1778 30 4 120
1779 40 5-2 250
1780 40 1-2-4 065
1781 40 2-2-4 100
1782 32 4 128
1783 36 8 288
1784 38 6-2/4 246
total 1375

1785 40 3 120
1786 27 3 81
1787 30 3 90
1788 27 3 81 Total 372

Los los de recolección de los últimos cuatro años 16 reales 11

1807 50 15 750
1808 66 14 924
1809 40 13,1/4 530
1810 40 6 240
1811 50 10 500
1812 60 5,1/4 315
813 70 7,1/4 507, 17
1814 60 8 480
1815 80 13 1.040




A partir del año 1824 se extiende de una manera impresionante el olivar. En Chircales, en la finca del Santuario, hay cerca de 2.000 olivos. Toda esta zona estaba sembrada de olivar, ya que el clima era menos rígido que en Valdepeñas.
En la ciudad de Jaén, empezó a extenderse el cultivo del olivar a principios del siglo XVII. B. Jiménez Patón, en el año 1628, ya decía que de la gruesa tierra de todo el reyno procede la mucha riqueza de aceyte por su bondad y abundancia.[1]

No obstante el que nos describe con más precisión la situación del olivar en Jaén es el Deán Mazas y explica las razones por las que el cultivo tardó en popularizarse: Algunas olivas desparramadas, que aún se conservan dentro de este coto de la vega, dan bien a entender, que hubo olivares; y aún se dice que los mismos dueños los cortaron y quemaron por el rigor, con que se cobraban los derechos de millones y alcabalas. Yo no lo atribuyo a esto, sino a los daños que causarían las muchas tropas, que se juntaron en la ciudad cuando las conquistas de Cambil y Granada.[2]

No sé hasta donde pueden ser ciertas las dos razones del Deán Mazas para explicar la ruina del Olivar.
El Cabildo de Jaén, en una larga instrucción, dada en el año 1.799, a los administradores de la renta de aceite, pila y barraño da unas normas muy interesantes sobre la correcta producción del aceite, adelantándose a nuestros tiempos.
Una de estas normas, inspirada posiblemente por el Deán Mazas, se adelanta a nuestros tiempos: Todo labrador sabe que la aceituna enresinada, fría, verde, de suelos o podrida produce menos aceite, y de peor calidad; por tanto se procurará que el diezmo se ponga con la separación posible, y se deposite en buenos trojes, se conserve sana, y se muela, cuando esté caliente y despide más fácilmente el jugo aceitoso. No se habla de recalentamiento o fermentación que toma, cuando es de mala calidad o de riego, pues este es vicio, y se debe precaver moliéndola cuanto antes.

2. Molinos de aceite existentes en Valdepeñas


En el año 1850, según Madoz, hay en Valdepeñas 5 molinos de aceite, lo cual indica, que en este momento se había extendido el cultivo del olivar.
La misma noticia está reflejada en las actas del Ayuntamiento del 1850, al relatar que hay cinco molinos de aceite, con dos vigas cada uno.[3] Creo que el primer molino, que debió existir en Valdepeñas, se encontraba junto al antiguo cine.

D. Esteban Tello Extremera, presbítero y D. Cristóbal José de Tapia, Prior, juntamente con D. Antonio de Ortega Extremera y D. Gabriel Párraga Muñoz compraron por 2.200 reales un huerto en el lugar de Ejido, para edificar un molino aceitero, otorgándose la escritura el 28 de agosto de 1.828 ante el escribano de Valdepeñas D. José María de Luna Medina.

El 8 de mayo de 1831 Gabriel Párraga se retira y vende sus bienes a los otros socios.[4] A la muerte de D. José Antonio Ortega Extremera sus herederos venden su tercera parte al prior y a D. Esteban, por 14.000 reales.[5]

El 25 de abril de 1.840 venden la mitad del molino a D. Antonio Peinado Espinosa, el cual termina siendo el único dueño del molino.
Este molino ha estado funcionado hasta nuestros días, y fue su propietario Ernesto del Moral.

D. Francisco de Rojas y Salazar, maestro de enseñanza primaria, edifica un molino en 1857 en el ejido de San Sebastián, solicitando del ayuntamiento dos dedos de agua de la Fuente de los Trigos. Este molino corresponde a la actual cooperativa del Santísimo Cristo de Chircales.

Existió otro molino en Chircales, de sólo una viga, que aún se puede observar en la parte baja de Chircales, donde actualmente se guarda el ganado.

Hubo otro molino, de una factura extraordinaria, se construyó en Chircales, en el llamado molino de la Rueda. Se llamaba así, porque era movida su piedra por una ingente rueda, cuyos canjilones se llenaban de agua y con su peso hacía girar la rueda.
El agua se traía desde Chircales, por una acequia, que hoy no existe.
Las rueda de los otros molinos se movía por tracción de un burro.

El día doce de febrero de 1854 los dueños de los molinos aceiteros hacen una exposición al ayuntamiento por la cual protestaban la medida, a que quería sujetarles de incluirlos en la matricula de subsidio por las dos vigas de que constaba cada molino, puesto que de cada uno la tenían dedicada a sus propias cosechas.
El ayuntamiento acordó que la administración provincial diera la respuesta.

Como conclusión de lo dicho hasta ahora podemos concluir con cierta seguridad:
1. Que en Valdepeñas, hacia el año 1.750 se intensificó la plantación de olivos, siendo muy escasa hasta ese momento la producción.
2. Al principio, los olivos, en número reducido, se fueron sembrando en las viñas y en las tierras de cereales, con el fin de atender a las necesidades de la casa.
Parece ser que, antes de la construcción de los molinos, se practicaba la técnica manual de hacer aceite, que, según me han contado personas mayores, se ha venido practicando hasta hace muy poco.
3. El olivar en Valdepeñas tuvo muy serios problemas por las frecuentes heladas.
4. Los primeros olivares de Valdepeñas creo que estaban situados en Chircales, en la Cuesta y en Palomares, donde se observan algunos ejemplares muy viejos.

3. Usos del aceite

Llegados a este momento podemos hablar sobre los usos del aceite:
El aceite era trasladado a las casas en cántaros de barro o de cristal. En las casas se guardaba o en orzas o tinajas de barro o en ánforas de lata. De aquí lo pasaban a las alcuzas, que eran de lo más variadas.
Cuando los jornaleros iban al campo, para el trasporte del aceite y el vinagre, se usaban unos grandes cuernos de toro. Las célebres ensaladillas de tomate, adobadas con aceite, vinagre y en ocasiones con cebolleta y bollo de higo eran el alimento más corriente en los tajos. Todo ello acompañado de un buen pan moreno de dos kilos.
Con el aceite se freían una infinita variedad de alimentos, especialmente los torreznos, y el lomo, que era tan frecuentes en la dieta de la época.
Para la iluminación de las casas y de las calles. Ello se hacía mediante los candiles, que se construían de mil formas y tamaños, siendo los más pobres los de latón y los de mayor precio los de bronce.
Los romanos y árabes los hacían de cerámica.
Con el aceite se iluminaban las catedrales, con unos candiles pequeños y redondos, cuyas mechas ardían cerca de tres horas.

Muy pronto se usó para alimentar la mecha de la lamparilla de Sagrario, que ya estaba mandada en el sínodo de 1492.[6]

Se usaba también para hacer el jabón, añadiendo a la arroba de aceite, una fanega de ceniza de encina o lentisco muy bien cernida y unos cuatro celemines de cal. Se calentaba la masa y movía hasta que quedaba hecho el jabón. En muchas casas se sigue haciendo jabón casero, con esta receta: Seis litros de aceite, medio kilo o un kilo de sosa, y seis litros de agua. Hay quien le añadía un poco de harina o ceniza muy fina e incluso se aromatizaba con tomillo, romero, salvia, alhucema etc. .

La aceituna se usaba también en verde para aderezarla como aperitivo. Las formas de prepararlas eran de las más variadas: Dejar que la aceituna pierda la jámila con el cambio frecuente del agua y una vez que estén dulces, se aderezan con sal, tomillo, ajo, vinagre, etc.
Ya conocían que las hojas de oliva mejoraban la tensión arterial.

4. Cómo funcionaban los molinos

La aceituna era trasportada en sacos al molino por los mulos y burros, donde era recibida por el llamado garrafador para pesarla y colocarla en el troje o alfarje, usando unas grandes espuertas de esparto.
El molino constaba de los siguientes elementos:
Una caldera para calentar el agua, una viga para la prensa, y unas tinajas para guardar el aceite.
Podía haber una o dos piedras y lo mismo sucedía con las vigas para prensar la aceituna, una vez molida.
El alfarje era una estructura circular de piedra, sobre la que giraba la llamada piedra corredera, que tenía forma circular o tronco cónica, movida alrededor de un árbol llamado peón, mediante una viga, por tracción animal.

La otra parte importante del molino estaba constituida por la prensa, compuesta con un palo central de quejigo, labrado en forma de tornillo.
Los capachos, hechos de esparto y redondos y de dos piezas, con agujero en el centro. Encima de los capachos se iba echando la masa, superponiéndolos unos con otros, hasta hacer una encapachadura de unos doce capachos.

Terminado el cargazón, se procedía a echar encima varias medidas de agua hirviendo y a continuación se prensaban con la viga y el aceite salía a través de un canal, que llevaba el aceite al pozuelo o tinajas. De aquí era transvasado a otras tinajas.

A la vez salía el alpechín o jámila, que se depositaba en el río, ya que, si se dejaba mucho tiempo en la fábrica, olía muy mal.

El aceite, que salía antes de prensarlo, se llamaba virgen, haciéndose con un bollo tierno unos ricos bocadillos, que escurrían el aceite a nuestras camisas de niños, con el consiguiente regaño de nuestras madres.

A continuación se sacaba el orujo, del que se podía sacar un aceite de inferior calidad.
Este proceso se hacía en las llamadas orujeras, existiendo en Valdepeñas aún la alta torre de una de las que existió en el pueblo.


[1] Ximénez Patón B., Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén, Jaén, E. Facsímil, 1983.

[2] Mazas, Retrato..., p. 380.
[3] ACV, 1850, f. 86

[4] AHP, Legajo 10.597 año 1839, f. 81. Datos facilitados por Serafín Parra.

[5] AHP, Legajo 10.597 año 1839., folio 15.
[6] Rodríguez Molina, J., Sínodo de Jaén en 1.492, 1981, t. 1-8, p. 71.